Soy hija de un joven secuestrado en la Dictadura de Uruguay, de un joven militante que fue torturado por sus ideologías, de un joven que tiene la suerte de estar vivo.
Mi papá tuvo que venirse a Argentina, luego de ser liberado, porque allá en Salto, Uruguay ya estaba “marcado” por los militares y corría riesgo su vida.
Vino y tuvo que dejar atrás su carrera universitaria, su novia y a su hijita en la panza. (Se enteró por carta que iba a ser padre). Su hija nació en febrero de 1976. Nunca la pudo conocer porque esas cartas dejaron de llegar a destino.
Sólo tiene una foto. Él siempre quedó con ese dolor de no haber podido siquiera abrazar a su bebé. Pero tuvo que irse para que no relacionaran a la criatura con él. Lamentablemente tuvo que dejar todo en su país natal para que todos estuvieran a salvo. Cuando todo pasó, volvió a Salto pero la mamá de su nena se había mudado y nunca más la pudo ubicar.
Como decía, soy hija de un militante, de un peronista y de un k. Soy hija del dolor, de la valentía, de la militancia, de la fuerza de voluntad y de amor a la patria.
Por mi papá que está acá, por mi hermana que no conocí, por los compañeros desaparecidos de mi papá, por todos los desaparecidos de acá, por los que se fueron, por esas abuelas y madres que buscan desesperadas a sus seres queridos, por esas familias destrozadas, por cada persona que fue reprimida por su ideología… Yo marcho el 24 de Marzo.
Nací en 1992. Viví el 2001, viví esas crisis de muy chiquita, vi una luz cuando asumió Nestor y me enamoré de la Patria con Cristina. Y ahora no voy a permitir que venga un impresentable a manejarnos. No vamos a caer de nuevo en la volteada.
Quería compartirles esta historia. Gracias a quién leyó
Cintia Daniela Acerbis