¿Qué vamos a hacer con el descerebramiento hipnótico que producen los medios? Mi barrio, como buen barrio border, está colmado de piojos resucitados. La desesperación de diferenciarse de los villeros que habitan diez cortas cuadras abajo, les hace sacar su argentinidad más prepotente, bruta y tilinga. Cada frase que exhalan es un torpe intento de no ser confundidos con lo que son.
Pido comida. Le digo por teléfono al que me atiende que iré a retirarla porque debo pagarla con la tarjeta ya que a esta altura del mes estoy quebrada. Me indica que vaya en veinte minutos. Así lo hago.
Llego y el pedido todavía no estaba listo. Me quedo acodada en la barra esperando. Una mujer estaba junto a mí, esperando su pedido también. El televisor en TN, por supuesto. La pantalla mostraba el acto en Arsenal del martes.
– Qué barbaridad! Cómo llevan a la gente como ganado por dos pesos!
– Yo fui, y no soy ningún ganado
– Ud fue ahí?
– Sí. Fui. Yo y decenas de amigos y conocidos. Primero tomamos el 4 hasta Constitución y luego caminamos cuarenta cuadras, juntos, contentos. (yo no fui porque mi hijo estaba enfermo, pero hablé en primera persona para ver si sacudía esa modorra neuronal, apelando a los relatos de muchos de uds)
– Mire qué bien. No sé qué los pone contentos. Van gratis a adorar a una chorra?
– Sí. Vamos gratis porque nosotros no creemos que sea chorra
– Cuánta ignorancia!
– Disculpe, con todo respeto . Yo soy Licenciada en Sociología. No suelo hablar de lo mucho que estudié, pero como ud cree que me puede tratar de ignorante con total desparpajo, yo le cuento que estudié, y mucho. Ud qué estudios tiene?
– Qué tiene que ver?
– ¿Cómo qué tiene que ver? No me acaba de decir ignorante? Intuyo que ud debe haber estudiado mucho para atreverse a decirme eso, no? Qué título tiene?
– Ninguno. Tengo calle
– Ah! Mire qué bien. Yo también tengo calle. Y la calle me enseñó que a la gente no se le falta el respeto sólo por no opinar igual Yo comprendo que ud no la quiera a Cristina, pero debería aceptar, que muchos, sinceramente, honestamente, la queremos porque creemos que hizo mucho por el país. A mi no me lleva nadie, no lo hago por ignorante de hecho tengo más estudios que ud. Y me juego la cabeza que tengo más plata que ud, un mejor trabajo y un mejor pasar. La invito a que reflexione y se ponga a pensar si no estará equivocándose en tratarnos siempre de ignorantes y planeros a un montón de gente que pensamos que el kirchnerismo fue un buen gobierno. Tal vez hay algo que ud no se permite reconocer. Por ejemplo que se equivocó votando a Macri, con quien seguramente, la está pasando mal
– Igual lo prefiero
– ¿qué prefiere? pasarla mal? Por qué prefiere eso? Por qué se pone así, tan a la defensiva? Ud sabe que yo no cobro planes, ni voy por el chori ni porque soy bruta. Tal vez debería sincerarse, calmarse y reconocer que se equivocó. No es tan grave. Lo grave es persistir en el error y seguir faltándole el respeto a muchos como yo. No le parece?
– No. No me parece. A uds hay que meterlos presos a todos
– Meterme presa? Por ?
– Por estúpida
– Ah! Bueno. Se ve que además de no haber estudiado, viene de una familia bastante maleducada. Lo que no se aprende en la casa, es difícil aprenderlo después.
– Yo tuve una familia excelente
– No se nota. Está siendo maleducada. Por lo cual a partir de este momento, no me dirija más la palabra.
Hizo un gesto de fastidio, y se alejó unos pasos.
Debo decir que no le partí algo en la cabeza porque tenía en mente todo el tiempo que hay que tenerles paciencia, tratar de hablarles, que razonen.
Viene el dueño de la rotisería con mi pedido y el de ella. Le doy mi tarjeta. Mientras la pasa, ella busca y busca y busca en su cartera. De pronto con cara de desesperación, le dice
– No me alcanza. Me faltan cien pesos
– Pero la comida ya está hecha señora.
– Pensé que iba a salir menos – dice bajando la cabeza
– Cobrelo de mi tarjeta lo que le falta a la señora.
Me mira asombrada. Yo ni la miro.
Firmo el cupón
Tomo mi pedido
Me toma del brazo y me detiene
– Gracias-
– De nada
– Deme su dirección que cuando cobre le llevo el dinero.
– No se preocupe. Esto que hice se llama solidaridad porque yo creo sinceramente que la patria es el otro. Hasta luego
¿Habrá servido pagarle cien pesos a esa mujer? No lo sé. Acabo de regresar y me queda un sabor amargo mezclado con un gustito de esperanza.