Lloro por los que quieren ver la estatua de la libertad, en lugar del obelisco. Por los desmemoriados que no se acuerdan de miles de familias revolviendo de la basura para poder comer, para encontrar aunque sea algo podrido para comer. Por los miles que esperaban en la puerta de san Cayetano, un milagro: un trabajo. Hoy van a agradecer unos pocos. Lloro por los que hoy, pretenden indultar a torturadores, asesinos, ladrones de identidad y llaman al juicio “un acto de resentimiento, de venganza contra unos pobres viejitos”. Por los que leen Clarín y la Nación, que no advirtieron que desde el primer día el mandato de Néstor, empezaron a cavar para crear la más grande grieta e odio, y ya lo habían hecho antes. “viva el cáncer”. Lloro por los que eligieron a los mismos lobos para cuidar a los mismos corderos. Por los que justificas gastos millonarios en globos de colores y no en aportes a hospitales pediátricos, y escuelas públicas. Lloro por los pibes de Malvinas y en particular por 123 soldaditos, que los herederos de Belgrano o San Martin mandaron a morir, sin ni siquiera una chapita identificatoria, y hoy solo Dios, (si existe) sabe quiénes fueron (sepultados, por ingleses). Por los que vomitaron y vomitan odio, todo el día, en los medios. Los políticos, escritores, vecinos, ¿gente? Si es posible tanto odio, tanta envidia: a la yegua, puta, asesina, bipolar. ¿Son ellos los que se quejaban de la grieta? Son los que la fomentaron. Lloro. Por lo que lloran solamente a Nisman o a 30 franceses y no por miles de sirios masacrados en bombardeos financiados por los países que hoy “lloran” el terrorismo. Lloro por los palestinos y por áfrica. ¡Lloren por todo carajo!
Lloro por mí, porque dios me está negando el don de perdonar, el de creer, me esa negando el don de la paciencia, el de soñar un mundo más justo…