El que esté libre, que tire la primera piedra, hacemos una compra en la cual cargamos inocentemente nuestro carrito con los productos, confiando en que el precio exhibido es el que nos cobrarán en la línea de caja y después ya mas tranquilo en nuestra casa (si tenemos tiempo y ganas) hacemos un control ticket en mano de los productos que figuran, porque según nuestro maldito inconsciente, no coincide el monto pagado con lo que íbamos sumando mentalmente. Y en ese control, obviamente la cantidad y marca coincide con lo facturado, pero la estafa se encuentra en los montos, ya que si nuestro caso no es el de un prodigio que puede mantener inalterable en su memoria el precio de cada producto comprado, la sobrefacturación pasará finito y no conforme con la remarcación brutal que las cadenas fascinerosas de supermercados le aplican a todos los productos, asfixiando a los productores y robando la plata a los consumidores, su afán de latrocino desaforado los lleva a ejecutar estas maniobras ilegales, a las que un gobierno cómplice le hace la vista gorda.
