Las fuerzas de seguridad en general están un poquito… como decirlo… quisquillosas, pongamos.
Un insólito episodio se vivió este último jueves en el aeropuerto internacional de Ezeiza, cuando un taxista fue contratado para buscar a un pasajero, Luciano Wolf, director para América Latina de la Fundación alemana Brot für die Welt (Pan para el mundo) llegaba a la Argentina, invitado por la Iglesia Evangélica del Río de La Plata (IERP), también conocida como Iglesia Evangélica Alemana.
Entonces, el taxista elaboró un cartel con el nombre de la fundación, PAN PARA EL MUNDO, a fin de que el pasajero lo identifique rápidamente y poder conducirlo a destino.
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Pero, rápidamente se le acercaron dos agentes aeroportuarios y con la excusa de que “no pueden hacerse manifestaciones políticas” lo conminaron a bajar el cartel.
De nada sirvieron las explicaciones del estupefacto taxista, que, como nosotros, no daba crédito a lo que escuchaba. Irreductibles, los policías le dijeron que comprendían la situación, pero que de todos modos tenía que bajar el cartel, que en todo caso hiciera uno nuevo con el nombre del pasajero.
El episodio podría tranquilamente formar parte de una película de risa, si no fuera tan grave la violación de garantías constitucionales que ello implica.
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