Siempre dijo mi hija que cuando señalás a alguien con un dedo, los otros cuatro te apuntan a vos. Este parece ser el caso de la diputada nacional Graciela Ocaña, otrora funcionaria kirchnerista y electa por la alianza Cambiemos.
Este martes, el referente de la ONG La Alameda, Gustavo Vara, presentó una denuncia penal en contra de la diputada Graciela Ocaña por enriquecimiento ilícito, negociaciones incompatibles con su condición de funcionaria pública, tráfico de influencias y falsedad ideológica en su declaración jurada del período fiscal 2016.
El expediente Nº 2809/2018 cayó en manos del juez Ercolini y el fiscal Di Lello, quienes tendrán a su cargo la tarea de investigar el incremento sospechoso de patrimonio de la legisladora de Cambiemos, que asciende a los 5 millones de pesos, una mansión en un country, un departamento en Puerto Madero, donde fija su domicilio, con una dirección célebre, más exactamente Villaflor 350 conocida por ser la sede de la mediáticamente conocida financiera “La Rosadita” y otros dos inmuebles, más otros 4 a nombre de su marido.
Además, empresas que fijan domicilio en su propia fundación Confianza Pública que lleva el mismo nombre de su partido que integra la alianza gobernante Cambiemos. Las inconsistencias detectadas surgen de su propia declaración jurada, presentadas ante la Oficina Anticorrupción que demuestra en un año un incremento de su patrimonio de un 400%, algo difícil teniendo en cuenta que los últimos 20 años la señora fue empleada del Estado casi exclusivamente.
Por ejemplo, declara como terreno baldío una mansión valuada en un millón de dólares estadounidenses, en un barrio privado “Terravista”. También declara ganancias por dos millones por la venta de de activos de una emprsa constructora, y la misma se encuentra en proceso de liquidez por la extensión de 5 cheques sin fondos. También gana una constructora a su nombre una licitación en el municipio de Pilar sin tener ninguna experiencia en el área, por lo que se sospecha de tráfico de influencias.
También se ven inmuebles de un centavo, y un auto de lujo valuado también en un centavo de peso. Y así… etc., etc., etc. No hay uno limpio.
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