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A lo largo y ancho del país se multiplican día a día los cacerolazos, como síntoma inocultable del rechazo a las políticas del gobierno y su perfil poco propenso al diálogo, sintetizado en la consigna popular #Renuncien.
Este fenómeno que crece a la par del descontento social por la catarata de medidas en contra de las grandes mayorías y en beneficio de una elite o “casta” a la que el presidente Milei supuestamente iba a combatir, según sus promesas de campaña, no sólo disfruta de los grandes beneficios otorgados por el gobierno, sino que forma parte del nucleo de decisiones políticas y económicas.
El silencio mediatico y el ocultamento de la prensa masiva del descontento social es tan evidente como la soberbia indiferente del gobierno, que tilda de estúpida a la población, con su latiguillo repetido como un mantra por sus adeptos “no la ven” cómo si la sociedad no entendiera alguna genialidad emanada del espíritu del perro muerto del presidente, y traida a tierra por Milei a través de su hermana que oficia de medium en tales circunstancias.
Una vez más recurrimos a la máxima suprema del periodismo. “Las opiniones son libres, pero los hechos son sagrados”.
