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Por Daniel Arce – En este contexto, se observa que, a pesar de las pérdidas sufridas por las mayorías, otros actores económicos se benefician de manera significativa. Siguiendo la premisa de que en economía, al igual que en física, nada se pierde, todo se transforma, y bajo este prisma es crucial identificar quiénes son los grandes ganadores de esta debacle provocada por la aplicación fundamentalista de leyes de mercado obsoletas e incompatibles con la realidad globalizada del siglo XXI.
En primer lugar, las corporaciones proveedoras de alimentos y servicios básicos se posicionan como beneficiarias principales. Estas empresas, al tener clientes cautivos y la eliminación de la intervención estatal como mediador, aprovechan la situación para imponer abusos sin restricciones, afectando directamente a la población que no cuenta con alternativas para evitarlos.
Sin embargo, los mayores ganadores de esta crisis son los especuladores que participan en la bicicleta financiera. Con el dólar prácticamente estabilizado en torno a los 800 pesos y una inflación mensual cercana al 40%, aquellos que tienen acceso al mercado de valores y capitales logran obtener utilidades mensuales cercanas al 40% en dólares. Este fenómeno resulta inconcebible e insostenible en un país atravesado por la pobreza y la indigencia, consecuencia de la desmesurada transferencia y acumulación de riqueza por parte de una elite insaciable.
En conclusión, la combinación de devaluación, liberación de tarifas y eliminación de controles de precios ha generado un impacto adverso en el poder adquisitivo de la población, mientras que ciertos sectores, especialmente las grandes corporaciones y especuladores financieros, emergen como los eternos beneficiarios de una situación cíclica que no ocurre por azar.