Verónica Cáceres, cocinera en La Matanza, sostiene un cucharón plateado frente a ollas vacías y comparte su desgarradora realidad. “¿Sabes cuánto necesitamos para llenarlas? Diez mil pesos o más”, expresa. Las cocineras de estos comedores comunitarios, como Karina, Elsa y María, han acudido al hotel Libertador, donde temporalmente reside el Presidente, buscando respuestas. “Hace tres semanas que no recibimos ayuda. Lo poco que tenemos se agota”, lamenta Verónica. “Por primera vez, no tenemos nada para regalar a los niños en Reyes Magos debido a la inflación escandalosa”, añade.
La situación se torna aún más desgarradora. Karina Tejenaro, cocinera en Olivos, se estremece al negarle comida a alguien necesitado en vísperas de Año Nuevo. “No teníamos nada que ofrecer”, lamenta. La falta de mercadería navideña por parte del Gobierno dejó a muchas personas desamparadas en momentos críticos. “Solo pedíamos un pan dulce”, explica Karina, angustiada por la indiferencia oficial. Ante la escasez, las cocineras buscan alimentos en comercios locales, pero esto no es sostenible.
Norma Morales, referente de la UTEP, subraya la preocupación de estas mujeres. “Debemos decirles a los niños que no hay comida, afectando su salud mental”, describe, expresando la urgencia de un diálogo con funcionarios para evitar esta situación.
Si el Gobierno no responde, las organizaciones marcharán hasta la residencia de Olivos el próximo viernes. “No cesaremos hasta que las ollas estén llenas”, afirman las cocineras, demandando lo básico: el derecho a un plato de comida.