Por Daniel Arce – Las tropas propias y alquiladas del presidente Javier Milei habían planificado una jornada que culminara con la aprobación en general a cualquier precio, de la ley ómnibus que minuto a minuto seguía perdiendo piezas. Pero algo salió mal. Algo llamado Patricia Bullrich, quien fiel a su estilo violento y represor, desde muy temprano fogoneó un operativo desproporcionado con la excusa de hacer cumplir su anhelado protocolo fascista.
La movilización popular fue bastante escasa, con predominancia de agupaciones de izquierda, pequeños grupos de jubilados y algunos autoconvocados, quienes fueron hostigados sin pausa durante toda la jornada por efectivos de la Policía Federal y Gendarmería, con un celo estúpido por impedir que la gente pisara la calle, sin tener en cuenta que la interrupción se producía debido a la masividad del operativo de seguridad.
Ante la ausencia de reacción por parte de los movilizados, al caer la tarde las fuerzas de seguridad levantaron la apuesta y embistieron en compactas formaciones (algunas de ellas motorizadas) a personas que estaban sonre las veredas o en la Plaza de los dos Congresos, gaseando y lastimando a diestra y siniestra.
No conformes con ello entrada la noche, la Policía federal motorizada comenzó a realizar movimientos de pinzas junto a gendarmería, directamente sobre la Plaza de los dos Congresos, disparando con postas de goma a mansalva, hiriendo a varios periodistas y personas de avanzada edad, despejando toda duda sobre el sello de agua de la ministra de seguridad marcado por una patética trayectoria de violencia y muerte.
Con este marco de violencia institucional, y la tensión social escalando ante el autoritarismo manifiesto del oficialismo, que continúa violentando a la sociedad y las instituciones, intentó apurar el trámite bajando a todos sus oradores claudicando nuevamente y retirando de la discusión una cantidad considerable de puntos del proyecto, con el afán de sumar los votos necesarios para una aprobación en general. Número que le resultó imposible obligando a las huestes libertarias a pasar a un nuevo cuarto intermedio.