Quedó muy claro que el presidente se desentendió de la Ley Ómnibus antes de partir hacia Roma e Israel. El texto quedó, según dijo, “muy deshidratado” y ya no es su base para refundar el país, como pretendía. Ni siquiera quiere saber como va a quedar la versión final.
“Los diputados dialoguistas le dieron las llaves de un auto nuevo, pero antes desinflaron las ruedas y descalibraron el motor”, dicen desde el gobierno, graficando lo que sienten puertas adentro con la aprobación de la ley en general.
Es un secreto a gritos que la intención de Javier Milei es de vetar todos los artículos que no le guste, como la coparticipación del Impuesto PAIS y la fórmula jubilatoria. La incógnita es para quien jugaran los diputados sabiendo esto: para la tribuna, haciendo mucho ruido sabiendo que no pasa o para el gobierno dejando afuera directamente.
Este es el panorama que hasta este momento enfrenta el debate. La incertidumbre es la norma. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos votos cuenta cada quién. La falta de muñeca política del oficialismo queda en evidencia, y es arrasada por bichos políticos sumamente experimentados que tiene la oposición.
La labor parlamentaria antes del inicio de la sesión va a ser clave para poder realizar un primer esbozo del poroteo, pero de ninguna manera el definitivo. Al no haber negociación política en bloque, cada legislador tendrá libre albedrío.
Por todo esto, el oficialismo llegará al recinto a ciegas y sin el espaldarazo político de su líder que ya está fuera del país y cual criatura caprichosa, con el interés perdido sobre el tema, ya que no pudo lograr lo que quería.