Mientras el presidente sigue en su gira espiritual por el mundo con su hermana y tuitea, dos bandos bien definidos se encuentran en una cruenta batalla por el poder.
En un rincón el binomio Bullrich – Santiago Caputo, que pugna porque la fusión PRO-LLA se concrete sin la intervención del ex presidente Mauricio Macri. Y en el otro, la dupla Macri – Villarruel que desde el 10 de diciembre vienen rosqueando para lograr el take over, que para quien desconozca el término, es un golpe de estado sin violencia, es tomar el control.
El viernes el presidente avaló la fusión desde Roma, en una entrevista a Clarín, y agregó que no piensa dejar afuera a “los halcones radicales” (ya podés dejar de llorar, Rodrigo). Patricia Bullrich, con la jugada del anuncio del jueves en La Nación+ intentó primerear a Mauricio Macri, ya que pretende dejarlo afuera de la fusión. Ya lo intentó correr cuando se unió al gobierno de manera inconsulta, cosa que ofendió sobremanera al ex mandatario, y ni siquiera le respondió el saludo de cumpleaños.
Macri y Villarroel evitan el cara a cara a fin de no dar pruebas a sus detractores, pero se comunicaron a través de sus lugartenientes, Diego Santilli y Guillermo Montenegro, mano derecha de Villarruel. La ministra está esperanzada en la influencia de Santi Caputo sobre el presidente, y lo propio hace Macri con largas comunicaciones telefónicas con Milei a cualquier hora del día o la noche. Le ofrece lealtad absoluta y funcionarios fieles, como Santilli, Ritondo, Dietrich y Vidal, varios de los cuales le dedican obsecuentes y largos tuits para demostrarlo.
La disputa entre los dos bandos, Mauricio y Patricia es a muerte. Los presidentes partidarios de todo el país ya respaldaron al ex mandatario. Es por eso que la ministra pretende hacerse de poder dentro del gobierno y así tener la llave del armado de listas para el 2025. Y poder de esa manera controlar a la tropa.
También los dos bandos se esperanzan en la falta de estructura del presidente, que tiene cientos de cargos sin ocupar en todo el país por falta de aparato propio. Ni siquiera pudo reemplazar a Ferraro, y optó por desguazar el ministerio.
Otro tanto le pasa con Francos y Serenellini, y tomó el camino de despojarlos de poder, vaciando el espacio. Otro tanto sucede con Martín Menem y Oscar Zago, que a falta de reemplazos de confianza e idoneidad, les corta las vías de comunicación y los desautoriza.
