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Cualquiera que haya leido un poco de historia, o mirado un poco de cine sabe muy bien como sigue esta película. Desde el gobierno instalan que los trabajadores estatales son “ñoquis”, acto seguido demonizan la militancia diciendo que todo aquel que ostente una postura política pública es parte de “la grasa militante”.
La pregunta es ¿que hace uno con la grasa en cualquier orden de la vida? ¿que tipo de reputación tiene la grasa en la comida, en la cocina o en el cuerpo?
Exacto! Es lo indeseable, es “lo que debemos eliminar” Y precisamente esa es la justificación social esgrimida para encarcelar a Milagro Sala.
El mensaje permanente es “debemos seguir eliminando toda la grasa militante, porque son inútiles que viven a expensas de la gente trabajadora”
Basta con que este mensaje caiga en los oídos de algún personaje con “los patitos desordenados” para que en una muestra de “voluntarismo patriótico” decida apoyar al gobierno, emprendiéndola a balazos contra una unidad básica de “La Cámpora” o el local de “Nuevo Encuentro”. Como también un grupo Neonazi en Mar del Plata encuentre terreno fértil para destrozar y desvalijar la casa del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Perez Esquivel.
Esto que ocurre, no es antojadizo, inconexo o aislado. Es un in crescendo que no tendría lugar en una sociedad en la que el mensaje político fuera “conciliador”. Es demasiado claro, es demasiado burda la linea directriz que baja desde la cabeza del gobierno, que dedicó mas de medio discurso de apertura de sesiones ordinarias, a denostar, demonizar, atacar y menospreciar al gobierno constitucional que lo precedió.
Hay una bajada de linea anclada en el odio, en el revanchismo y la intolerancia, que enlaza justamente con un pequeño (o quizá no tanto) segmento social que transcurre sus dias sumido en el odio inyectado por los medios de la alegría, que hoy encuentran por fin el aval que nunca tuvieron desde el 83´ en adelante, para terminar de una vez y para siempre con “la grasa que tanto mal le hizo a la argentina”
Daniel Arce