La diputada Elisa Carrio, figura central de la política argentina, para bien o para mal, viene mostrando cada vez más la hilacha, como diría mi abuelita.
En la sesión histórica y maratónica que arrancó al mediodía de ayer, para concluir en la mañana de hoy, la señora ni siquiera se dignó a asistir a su lugar de trabajo. Sólo apareció minutos antes de la votación, visiblemente fastidiada con el universo, emitió su voto, y acto seguido, maltrató al presidente de la Cámara, que estaba contando los votos y ella estaba desesperada por comenzar su show.
Cuando logró hablar, sólo dijo que había estudiado el tema durante 40 años y que no habló para preservar la unidad de Cambiemos. Luego, ya fuera de micrófono, se la pescó amenazando con que “la próxima la rompo” y “que le avisen al poder ejecutivo”. Se levantó, amenazó con el dedito levantado a toda la bancada aliada y se fue, no sin antes burlarse de la oposición. Delirante, desubicada y soberbia.
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