Tras la revelación de la inflación de diciembre, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) toma decisiones significativas sobre las tasas de plazo fijo. A pesar de la alta inflación, fuentes cercanas al BCRA confirman que, por ahora, no habrá modificaciones en las tasas, manteniendo así el interés negativo del plazo fijo tradicional. Esta medida genera controversia, ya que el rendimiento actual del 9% pierde contra la inflación del 25,5%.
El directorio del BCRA decidió reducir del 133% al 110% la tasa de los plazos fijos tradicionales a 30 días el pasado 18 de diciembre, marcando una disminución de 23 puntos porcentuales. Esta acción tiene como objetivo licuar los pasivos remunerados y frenar su crecimiento, alineándose con la estrategia general del Gobierno.
Economistas como Lorenzo Sigaut Gravina explican que la decisión del BCRA busca disminuir el poder adquisitivo del peso y evitar que los pasivos remunerados crezcan por encima de la inflación. La estrategia se sustenta en mantener tasas negativas para desincentivar el ahorro en pesos, siendo complementaria con la extensión del plazo de depósitos UVA de 90 a 180 días.
Aunque algunos analistas, como Salvador Di Stefano, sostienen que la estrategia del Gobierno busca licuar pasivos, otros, como Christian Buteler, la consideran equivocada y perjudicial para los ahorristas. La baja de tasas podría provocar una presión al alza en el dólar y desencadenar una dolarización masiva, afectando las brechas cambiarias.
Los expertos anticipan que la estrategia de tasas negativas persistirá en el corto plazo, generando preocupaciones sobre las pérdidas para los ahorristas que opten por el plazo fijo. La incertidumbre se centra en los posibles límites que podrían surgir, como un aumento en la demanda de dólares y un ensanchamiento de las brechas cambiarias.
La decisión del BCRA de mantener tasas negativas en plazo fijo postula un panorama desafiante para los ahorristas. Mientras el Gobierno busca contener los pasivos remunerados, las críticas se centran en los posibles efectos adversos, como una mayor presión al dólar y una pérdida de confianza en la moneda local.