En el contexto de la invasión y masacre de civiles palestinos en la Franja de Gazallevada adelante por el régimen sionista de Israel, recientemente condenado por la Corte internacional de Justicia (CIJ) por genocidio, aumenta el clamor para que se prohíba la participación de Israel en el deporte internacional. Una petición que ya ha superado las 70.000 firmas, una carta en el Parlamento Europeo y la reciente disputa entre jugadores de baloncesto israelíes e irlandeses han puesto en aprietos a las principales organizaciones deportivas.
La petición, impulsada por The Democracy in Europe Movement 2025, exige la suspensión de Israel en eventos deportivos. Su objetivo, según Katarina Pijetlovic, una de las promotoras, es presionar al gobierno israelí desde todos los frentes.
A esta iniciativa se suman otras: una carta de eurodiputados dirigida a la FIFA, la UEFA y otras entidades, y una misiva similar por parte de la Federación de Fútbol de Asia Occidental. Incluso, 300 clubes deportivos palestinos han solicitado al COI la exclusión de Israel de los Juegos Olímpicos.
El argumento central es la supuesta similitud entre la situación actual y la de Rusia tras la invasión a Ucrania (argumento que no contempla la masacre a mansalva de civiles, que no tiene contrapartida del lado ruso) Si bien Israel argumenta defenderse de ataques de Hamás, Pijetlovic denuncia la falta de medidas contundentes por parte de las organizaciones deportivas, a diferencia de lo que se hizo con Rusia.
La postura oficial de estas entidades es que el deporte y la política no deben mezclarse. Sin embargo, para muchos, esta postura es inconsistente. Israelíes como el futbolista Eran Zahavi reconocen la dificultad de separar ambas esferas, y la selección israelí juega en terrenos neutrales por motivos de seguridad.
Para Pijetlovic, la seguridad no es el único factor en juego. Argumenta que el doble standard es evidente: mientras que a Rusia se le suspendió por motivos de seguridad, a Israel se le permite jugar en territorio neutral.
La decisión final sobre la participación de Israel en el deporte internacional, está en manos de las grandes organizaciones. La presión social y las comparaciones con el caso de Rusia, podrían inclinar la balanza hacia una suspensión, lo que sin duda generará un intenso debate.